viernes, 22 de mayo de 2009
jueves, 21 de mayo de 2009
lunes, 18 de mayo de 2009
domingo, 17 de mayo de 2009
sábado, 16 de mayo de 2009
Al compás inocente de una cancioncilla popular -tuuruutu tuttuutu taritu tataritutu- comenzó el juego. Primero ella, pequeña y grácil, con alegría y poco miedo jugaba así como se lucha. No había tiempo de distracciones, la cadencia requería risas de miliciano. La acrobacia de uno de los bandos anulaba el torpe balanceo de la cuerda. Ladronas de escudos con maña guerrera le ganaron la tarde a la ciudad de Oporto.
Quería contarte que una vez pensé en atragantarme seriamente engullendo un bloque reconcentrado de fósforo, o cuando dormía soñé que un ciempiés de punzantes uñas me rasgaba allí donde se hospedan las cuerdas vocales, también quise desagradarme la vez que con ciertos matices inventé una inyección maldita que cargada de lejía me perforase el huequecito por el que alguna que otra vez se me escapan las lágrimas. Pero principalmente fue en este parque de atracciones y odios donde me pescaron de lleno.
Abro los brazos y las piernas y subo.
Escalo, incluso por encima de las escalas rígidas que me proponen. Avanzo, independientemente de los vientos.
Me desplazo, eludiendo las enseñanzas de los héroes de la gran pantalla
Subo, tan despacito que nadie me echa cuenta
Y cuando me caigo
Salgo en la foto y se inventan que había una cima a la que llegar.